En México, ya se están implementando diversas prácticas de Agricultura Climáticamente Inteligente (CSA). Una de las principales estrategias adoptadas es la agroforestería, que combina la producción agrícola con árboles, ayudando a conservar la biodiversidad y mejorar los ingresos de los agricultores. Además, los sistemas silvopastoriles se utilizan en la ganadería para mejorar la calidad del suelo y capturar carbono, al mismo tiempo que se aumenta la resiliencia frente a la variabilidad climática. En el norte del país, se ha incrementado el uso del riego por goteo, especialmente en cultivos como maíz y caña de azúcar, lo que permite un uso más eficiente del agua. También se han implementado prácticas de agricultura de conservación, como la labranza mínima y la rotación de cultivos, que son utilizadas para mejorar la fertilidad del suelo y reducir la erosión. En la producción pecuaria, el uso de biodigestores ha ganado terreno, lo que permite el aprovechamiento de desechos orgánicos para generar energía y reducir emisiones de metano. Además, los agricultores están adoptando técnicas de recolección de agua y la construcción de reservorios para enfrentar la escasez de agua en regiones áridas.